Por qué vino Jesús a la tierra

Según el relato bíblico Jesús se crió como un jovencito judío normal de su tiempo y asistió a la sinagoga local y al templo de Jerusalén (Lucas 2:41-52). Cuando cumplió 30 años de edad empezó su ministerio público. Primero fue a donde su primo Juan, quien bautizaba a los judíos en símbolo de arrepentimiento en el río Jordán, (Lucas 3:21-23) “Ahora bien, cuando todo el pueblo se bau¬tizó, Jesús también fue bautizado y, mientras oraba, el cielo se abrió y el espíritu santo bajó sobre él en forma corporal como una paloma, y salió una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado; yo te he aprobado”.

Al tiempo debido Jesús viajó por Galilea y Judea predicando el mensaje del Reino de Dios y ejecutando milagros, como los de curar a enfermos. No cobró dinero ni buscó riquezas ni su propio engrandecimiento. De hecho, dijo que hay más felicidad en dar que recibir (Hechos 20:35).
Cuando examinamos el mensaje de Jesús y los métodos docentes que empleó vemos una gran diferencia entre su estilo y el estilo de los Profetas anteriores, mucho más tarde los presuntos profetas “refiriendo Muhammad”.

Jesús usó lógica sencilla y parábolas o ilustraciones de la vida diaria para llegar al corazón y la mente de los que le oían. Su famoso Sermón del Monte es un ejemplo sobresaliente de sus enseñanzas y métodos docentes. Este sermón contiene la oración modelo de Jesús, o el padre¬nuestro, en la cual indica claramente el orden que ocupan las cosas en la vida del cristiano y pone en primer lugar la santificación del nombre de Dios (Mateo 5:1-7) “Viendo la multitud, subió al monte y se sentó. Se le acercaron sus discípulos, y él, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran porque recibirá, consolación. Bienaventurados los mansos porque recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia”.
En sus tratos con sus seguidores y el público en general, Jesús manifestó amor y compasión (Marcos 6:31-34) “No os angustias, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?, porque los gentiles se angustian por todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas ellas. Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

Jesús fue crucificado a los 33 y 1⁄2 años de edad. Pero al tercer día después de su muerte fue levantado de nuevo a la vida. Cuarenta días después regresó al cielo (Hechos 1:3-11). De manera similar, el pacto de la Ley tuvo fin, pero el cristianismo adoptó muchas de sus leyes y principios fundamentales. Por eso, a los cristianos se les insta a cumplir la ley del Cristo, más bien que a observar los Diez Mandamientos. Jesús dio muchos mandatos e instrucciones, y al obedecerlos estamos observando o cumpliendo la ley de él. Hay miles de razones de la venida de Nuestro Señor Jesucristo a la tierra, subrayo lo más destacado:

Primero: El Rescate. Jesús tenía que derramar su sangre vital en muerte para el rescate de nuestros pecados. Como dijo Juan el apóstol de Jesús en (1 Juan 1:7) “La sangre de Jesús nos limpia de todo pecado”. De manera que una razón importante por la cual Jesús vino a la Tierra fue para morir por nosotros. El dijo en (Mateo 20:28) “El Hijo del hombre no vino para que se le sirviera, sino para servir y para dar su alma [o vida] en rescate en cambio por muchos”. La vida humana perfecta de Jesús se dio para liberar a la humanidad del cautiverio al pecado y la muerte. Esto se debía a que Adán, el antepasado de todos nosotros, se había rebelado contra Dios. Así, el acto de desafuero de él lo había convertido en pecador, puesto que la Biblia explica que “el pecado es desafuero”. El resultado de esto fue que Adán no mereció recibir la vida eterna. Así que Adán perdió para sí la vida humana en perfección en una Tierra paradisíaca. También hizo así que todos los hijos que él tendría perdieran esta maravillosa perspectiva. ¿Por qué tenían que morir todos sus hijos, si quien pecó fue Adán? Esto se debe a que Adán, al hacerse pecador, pasó el pecado y la muerte a sus hijos, incluso a todos los humanos que vivimos hoy (Romanos 5:12) “Por eso, así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”. En esto está envuelto un principio legal que se halla en la ley que Dios dio a la nación de Israel. Este declara que “se debe dar vida por vida” (Éxodo 21:23). Por su desobediencia, Adán el hombre perfecto perdió la vida perfecta en una Tierra paradisíaca para sí mismo y para todos sus hijos. Jesucristo dio su propia vida perfecta para volver a comprar lo que Adán había perdido. Sí, Jesús “se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos”.

Segundo: Santificar el nombre de Dios. El enseñó a sus seguidores a pedir en oración que el nombre de su Padre fuera “santificado,” o tenido en santidad (Mateo 6:9).

Tercero: Enseñar la predicación: Jesús enseñó a sus discípulos a predicar el mensaje del Reino de Dios. Jesús no enseñó alguna ética o filosofía Su mensaje es mucho más. Jesús señaló a Dios como la fuente de la salvación cuando dijo en (Juan 3:16-17) “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para que juzgara al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él”. Jesús también aclaró lo importante que es proclamar el Reino de los cielos, el gobierno de Dios sobre la humanidad sumisa como muestra (Marcos 13:10) “Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones”. En su Sermón del Monte, Jesús subrayó ante las muchedumbres la responsabilidad que tenían de iluminar a otros mediante la palabra y la acción, (Mateo 5:14-16) “Ustedes son la luz del mundo. No se puede esconder una ciudad cuando está situada sobre una montaña. No se enciende una lámpara y se pone debajo de la cesta de medir, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así mismo resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres, para que ellos vean sus obras excelentes y den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. Jesús adiestró a sus discípulos para que supieran predicar y enseñar durante los viajes que harían como ministros itinerantes. ¿Y qué mensaje llevarían? El que Jesús mismo predicaba, el Reino de Dios, que gobernaría a la tierra con justicia. Como explicó Jesús en cierta ocasión, (Lucas 4:43) “También a otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado”. También dijo que parte de la señal que identificaría los últimos días (Mateo 24:14) “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”.
En el año 33, antes de finalmente ascender al cielo, el resucitado Jesús dio estas instrucciones a sus discípulos en (Mateo 28:18-20) “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra. Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado. Y, ¡miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas”. Esta es una razón por la cual desde su mismo principio el cristianismo fue una religión activa, proselitista, que provocó la cólera y la envidia de los seguidores de las religiones griega y romana de aquellos días, religiones basadas en la mitología.

Cuatro: declaración de Amor: Jesús recalcó la importancia del amor, en el sermón del monte, Jesús dijo en (Mateo 22:36-40) “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. Él le dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente’. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es este: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas”. Sí, el amar a otros es una ley cristiana. Es el fundamento de la entera ley de Moisés, como dice la Biblia: “Toda la Ley queda cumplida en un dicho, a saber: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. El amor es un sentimiento de afecto y cariño basado en la admiración, la benevolencia o intereses comunes. Es altruista, leal y manifiesta un interés benevolente por el bien de los demás. El amor es la antítesis del odio. A la persona motivada por el odio la consume su propia pasión; la que está motivada por el amor piensa en otros, por eso, Jesús anos anima en (Mateo 5:43-48) “Se dijo: Tenéis que amar a vuestro prójimo y odiar el enemigo. Sin embargo, yo os digo: Continúen amando a sus enemigos y orando por los quien persiguen”.
Juan el apóstol declaró en (1 Juan 4:8) “El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor”. Con el ministerio y el ejemplo de Jesús como base, el misionero Pablo pudo decir después a los griegos de Atenas en (Hechos 17:26-28) “Dios hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para que moren sobre la entera superficie de la tierra, y decretó los tiempos señalados y los límites fijos de la morada de los hombres, para que busquen a Dios, por si buscan a tientas y verdaderamente lo hallan, aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros. Porque por él tenemos vida y nos movemos y existimos”. Sí, uno puede hallar a Dios si está dispuesto a esforzarse por buscarlo. Por supuesto, el amor cristiano no ha de manifestarse solo por palabras; es más importante manifestarlo por hechos. Por eso el apóstol Pablo escribió en (1 Corintios 13:4-8) “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta. El amor nunca falla”.

Quinto: Declarar la verdad con amor y valor. La valentía y el amor en acción: Poco antes de que lo mataran, Jesucristo dijo a su interrogador, el gobernador romano Poncio Pilato, en una explicación de por qué había venido a la Tierra en (Juan 18:37-38) “Para esto he nacido, y para esto o con este propósito he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz”. Seguramente con una dosis de escepticismo, el gobernador romano replicó: “¿Qué es la verdad?”. Jesús, en cambio, nunca dudó de que hubiera solo una verdad, la Palabra de Dios, la Biblia, es la verdad (Juan 17:17), por lo que no tuvo reparos en hablar de ella.
Seguramente, Jesús pensó que la Verdad es una perla hermosa por la que merecía la pena arriesgarlo todo, incluso la vida. Pensó que “Los sufrimientos del tiempo presente son poca cosa comparados con la Gloria que un día se nos dará” (Romanos 8:18). Pensó que la ignorancia nunca es buena, incluso si al principio parece hacerte la vida más fácil. Ciertamente, el amor puede mover al ser humano a demostrar gran valentía. Así lo reconoció el propio Jesús cuando dijo: “Nadie tiene mayor amor que este: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos” (Juan 15:13). Y no habían pasado ni veinticuatro horas, cuando él mismo entregó su vida, pero no por una sola persona, sino por toda la humanidad (Mateo 20:28). Además, no lo hizo en el calor del momento, pues sabía desde hacía tiempo que iba a sufrir burlas, malos tratos, una condena injusta y la ejecución en una Cruz. Hasta había preparado a sus discípulos para ello diciéndoles “Aquí estamos, subiendo hacia Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sacerdotes principales y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a hombres de las naciones, y se burlarán de él y le escupirán y lo azotarán y lo matarán” (Marcos 10:33-34). En la última oración que hizo con sus once apóstoles fieles, Jesús señaló la conexión que hay entre conocer a Dios y crecer en el amor: “Yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos, y yo en unión con ellos” (Juan 17:26). Jesús ayudó a sus discípulos a cultivar la clase de amor que existía entre él y su Padre. Para ello, les reveló con sus palabras y obras todo lo que representa el nombre divino, es decir, la suma de las maravillosas cualidades de Dios. Por eso pudo decir: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre también” (Juan 17:8). Pablo escribió: “Dios no nos dio un espíritu de cobardía, sino de poder y de amor y de buen juicio” (2 Timoteo 1:7).

Sexto: Condenar los saduceos y los Fariseos con valor y buen juicio. En cierta ocasión Jesús habló acerca de los líderes religiosos de su día, leímos lo que dijo en (Mateo 23:4-7) “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres: pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes bien, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres, pues ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos; aman los primeros asientos en las cenas; las primeras sillas en las sinagogas; las salutaciones en las plazas y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí”, y vimos si eso aplica a muchos clérigos de la mayoría de las religiones hoy día. Por eso Jesús nunca se retuvo de dar a conocer el nombre y el reino de Dios. Jesús siempre habló la verdad con valor, fuera o no fuera popular.
El martes 11 de Nisán Jesús vuelve al templo para enseñar, donde encuentra un auditorio hostil. Refiriéndose a lo que había hecho el día anterior, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo le preguntan: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?”. El Gran Maestro los confunde con su respuesta, y relata tres vívidas ilustraciones, dos sobre una viña y una sobre un banquete de bodas, que ponen al descubierto la maldad de sus opositores. Indignados por lo que oyen, los guías religiosos quieren aprehenderlo. Pero temen a las muchedumbres, que tienen a Jesús por profeta. De modo que intentan entramparlo para que diga algo que les permita arrestarlo. Las respuestas de Jesús los amordazan (Mateo 21:23; 22:46).
Ya que los escribas y los fariseos afirman enseñar la Ley de Dios, Jesús dice ahora a sus oyentes: “Todas las cosas que les digan, háganlas y obsérvenlas, pero no hagan conforme a los hechos de ellos, porque dicen y no hacen” (Mateo 23:1-3). ¡Qué fuerte denunciación pública! Pero Jesús no ha terminado. Este es su último día en el templo, y pronuncia con valor una serie de denunciaciones que reverberan como truenos.
“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!”, exclama Jesús seis veces. Lo son porque, estos hipócritas desatienden los asuntos de más peso de la Ley, a saber: la justicia y la misericordia y la fidelidad, y conceden mayor importancia al pago de diezmos. De hecho, limpian el exterior de la copa y del plato, pero por dentro están llenos de saqueo e inmoderación, en el sentido de que su corrupción y putrefacción interiores se esconden tras una fachada exterior de piedad. Además, están dispuestos a construir tumbas para los profetas y decorarlas a fin de atraer atención a sus propias obras de caridad, aunque ellos “son hijos de los que asesinaron a los profetas” (Mateo 23:13-15, 23-31). Jesús condena la falta de valores espirituales de sus opositores, y les dice: “¡Ay de ustedes, guías ciegos!”. Están ciegos moralmente porque atribuyen más importancia al oro del templo que al valor espiritual de aquel lugar de culto. Jesús pronuncia a continuación sus palabras más fuertes de denuncia. “Serpientes, prole de víboras, dice, ¿cómo habrán de huir del juicio del Gehena?” En efecto, Jesús les hace saber que sufrirán destrucción eterna por su mal proceder (Mateo 23:16-22, 33).

Séptimo: La gran Profecía de Jesús. La Biblia nos dice que poco antes de la muerte de Jesús sus discípulos estuvieron considerando los magníficos edificios del Templo de Jerusalén; les impresionaban su tamaño y su aparente durabilidad (Mateo 24:1-2) “Jesús salió del Templo y, cuando ya se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del Templo. Respondiendo Él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada”. A los discípulos de Jesús tuvo que haberles sorprendido, se acercaron a Él y le pidieron más información (Mateo 24:3) “Estando Él sentado en el Monte de los Olivos los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos ¿cuándo serán estas cosas y que señal habrá de su venida y del fin del siglo?”. La respuesta de Jesús se halla en los versículos restantes de los capítulos 24 y 25 de San Mateo, el capítulo 13 de San Marcos y el capítulo 21 de San Lucas. Esta fue, sin duda, la profecía más importante que pronunció Jesús mientras estuvo en la Tierra. En realidad los discípulos de Jesús querían saber que señal indicaría el fin del mundo. En su respuesta, Jesús dijo en (Mateo 24:4-26) “Respondiendo, Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y a muchos engañarán. Oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca, pero aún no es el fin. Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, hambres y terremotos en diferentes lugares. Pero todo esto es solo el principio de dolores. Entonces os entregarán a tributación. Os matarán y seréis odiados por todos por causa de mi Nombre, muchos tropezarán entonces, y se entregarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, este será salvo. Y será predicado este Evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin. Por tanto, cuando veáis en el lugar Santo la abominación desoladora de la que habló el profeta Daniel, el que lee, entienda, entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su copa. Pero Ay!, de las que estén encinta y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado, porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá, y si aquellos días no fueran acortados, nadie sería salvo; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados. Entonces si alguien les dice: ‘¡Miren! Aquí está el Cristo’, o: ‘¡Allá!’, no lo crean. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas y darán grandes señales y prodigios para extraviar, si fuera posible, hasta a los escogidos. ¡Miren! Les he avisado de antemano. Por eso, si les dicen: ‘¡Miren! Está en el desierto’, no salgan; ‘¡Miren! Está en los aposentos interiores’, no lo crean”.

El término anticristo significa “contra o en lugar de Cristo”, por lo que, en su sentido más amplio, abarca a todos los que se oponen a Cristo o a sus representantes, o a quienes se hacen pasar por ellos. El propio Jesús dijo en (Lucas 11:23) “El que no está de mi parte, contra mí está [o es anticristo], y el que no recoge conmigo, desparrama”. Ahora bien, cuando Juan escribió sobre el anticristo ya habían pasado más de sesenta años de la muerte, resurrección y ascensión al cielo de Jesús; de ahí que solo podamos entender las actividades del anticristo fijándonos en los efectos que producen en los seguidores leales de Jesús en la Tierra (Mateo 25:40, 45).
Jesús advirtió a sus discípulos que el mundo en general los odiaría, (Mateo 24:9, 11) “Los entregarán a tribulación y los matarán, y serán objeto de odio de parte de todas las naciones por causa de mi nombre. Y muchos falsos profetas se levantarán y extraviarán a muchos”. Dado que Jesús indicó que los cristianos son perseguidos “por causa de [su] nombre”, es obvio que los perseguidores son anticristos. En la misma categoría entran también los “falsos profetas”. Juan indicó que estos “muchos anticristos […] salieron de entre nosotros, pero no eran de nuestra clase; porque si hubieran sido de nuestra clase, habrían permanecido con nosotros” (1 Juan 2:18, 19).
Así pues, tanto las palabras de Jesús como las de Juan indican a las claras que el anticristo no es un solo individuo, sino una colectividad de anticristos. Y puesto que todos sus integrantes son falsos profetas, uno de sus principales objetivos es acabar y destruir la religión verdadera, los seguidores de Cristo.

La palabra anticristo se aplica a todo el que niega lo que la Biblia dice acerca de Jesucristo, a todo el que se opone a su Reino o a todo el que maltrata a sus seguidores. También alude a los individuos, organizaciones y países que afirman falsamente representar a Cristo o que se erigen en mesías, prometiendo con insolencia que lograrán hacer realidad lo que solo él puede conseguir: la verdadera paz y seguridad; (1 Juan 2:22) “¿Quién es el mentiroso si no es el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo”, (1 Juan 4:3) “Toda expresión inspirada que no confiesa a Jesús no se origina de Dios. Además, esta es la expresión inspirada del anticristo que ustedes han oído que venía, y actualmente ya está en el mundo”.

Con todo ello y con todo lo que he estudiado, he investigado, he vivido y he visto del Islam y los musulmanes, no tengo ninguna duda, que el Islam y los musulmanes es el anticristo y Muhammad es el “FALSO PROFETA” con mayúscula. El Islam y los musulmanes desde su nacimiento han perseguido y están persiguiendo incansablemente, matando a los cristianos como “infieles” en las zonas de mayoría musulmana en el nombre de Allah, practicando “Al Yihad, la guerra santa”. En la misma raíz del Islam está la conquista militar, y el fruto que vemos hoy viene de esta raíz. El Islam, desde su mismo principio, fue propagado por “el filo de la espada”. La historia del Islam está repleta de violencia y guerra, desde su nacimiento hasta el día presente, como ejemplo, el genocidio y la persecución actual de los cristianos en Irak, Siria, Irán, Egipto, Pakistán, Nigeria…en el nombre de Allah. Dios nos ha dado la inteligencia para profundizar en el conocimiento de la verdad. Si estos son los frutos podemos aplicar al árbol que los produce el refrán evangélico: por sus frutos los conoceréis, este árbol es el Islam, el que está dañado y por ello produce frutos dañados.

Los discípulos liderados por Pedro siguieron las instrucciones de Jesús cuando resucitó: “Vayan y lleven las buenas nuevas, la verdad, a todas las naciones”, es decir: “catolisis”. La Iglesia católica adoptó ese nombre luego “católico” que es un adjetivo que corresponde al sustantivo “cristianos”, o sea seguidores de Cristo. Se les acostumbró así llamar católicos por su trabajo evangelizador en viajes misioneros de nación en nación, predicando con valor las palabras de Jesús. Los cristianos católicos verdaderos, creemos que la Palabra de Dios en la Biblia es la verdad. La Biblia presenta las cosas tal como realmente son, revelando los atributos, propósitos y mandamientos de Dios, así como la verdadera situación en la que se encuentra la humanidad, hoy día.

Lamentablemente, algunos que se confiesan cristianos católicos desechan, aparte de repudiar la verdad de la Biblia, sus normas de conducta por seguir la moralidad popular. Ya la Palabra de Dios había predicho esta tendencia (2 Timoteo 4:3) “Habrá un período en que [los que afirman servir a Dios] no soportarán la enseñanza saludable, sino que, de acuerdo con sus propios deseos, acumularán para sí mismos maestros para que les regalen los oídos” diciéndoles lo que quieren escuchar. A dichos maestros fraudulentos también se les denomina en (2 Corintios 11:13-15) “Porque tales hombres son apóstoles falsos, obreros engañosos, que se transforman en apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque Satanás mismo sigue transformándose en ángel de luz. No es, por lo tanto, gran cosa el que sus ministros también sigan transformándose en ministros de justicia. Pero su fin será conforme a sus obras”.

Los verdaderos cristianos, todos tenemos la obligación de examinarnos periódicamente para determinar si vivimos en conformidad con la ley del Cristo y la promovemos. Sería provechoso por lo menos, intentamos de aplicar lo que ilustró Jesucristo en la tierra, no escogemos lo que nos interesa y dejamos lo que no nos atañe de Sus enseñanzas.
Jesús nunca mostró “cobardía”. Dicho eso, y sin rodeo, reseñando la carta escrita por el Señor Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, dirigida a la Conferencia Episcopal española. Quejándose y denunciando 13 TV, exactamente, el programa “La Marimorena”, por criticar o decir la verdad sobre el Islam y los musulmanes radicales. Con la fecha de 16 de Noviembre 2015, diciendo lo siguiente: “Los discípulos de Jesús de Nazaret hemos recibido un mandato: «A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames». Es inaceptable que en el canal televisivo de la Iglesia Católica Española ese mandato se ignore, se olvide, se desprecie, se ningunee, y sea suplantado por una escandalosa apología de la guerra. El programa LA MARIMORENA sería legítimo y de casa en la sede de un partido político, que los hay por toda Europa con su misma ideología; pero está fuera de lugar en un medio de la Iglesia Católica, pues el mensaje que transmite nada tiene que ver con el de Jesús de Nazaret, nada con el Reino de Dios que Jesús nos acercó con su palabra, sus obras y su persona, nada con la cruz de Cristo que hemos de llevar sus discípulos si queremos romper la cadena de violencias que ensangrienta los caminos de la humanidad. La Iglesia no puede dar pie a que alguien piense que es ella la que, olvidado el evangelio, hace apología de guerras y violencias que siempre son mensajeras de sufrimiento y de muerte”.

En el transcurso de la historia los cristianos han luchado por la libertad de expresión y por la verdad. Se han promulgado leyes, se han librado batallas y se han ofrendado vidas por el derecho de manifestar públicamente las ideas. La historia está llena de relatos acerca de hombres que lucharon por el derecho de expresar públicamente la sus opiniones, lo que, en muchos casos, les acarreó la persecución violenta o los llevó a la muerte. Los caudillos judíos obligaron a Poncio Pilato a dar muerte a Jesús por decir la verdad, causa de sus enseñanzas, y ordenaron a los apóstoles que dejaran de predicar, sin embargo, estos preferían morir a detener su obra. Durante la mayor parte de la historia, fue común que los gobiernos cambiaran o cancelaran a capricho los derechos civiles que hubiesen otorgado, propiciando así luchas frecuentes por la libertad de expresión. Por lo tanto, repasar algunos de estos sucesos nos ayudará a comprender mejor su lucha. En Su vida en la tierra, Jesús manifestó, amor, bondad, humildad, cercanía…sobre todo valentía. Jesús enfrentó a los líderes religiosos judíos y políticos de Su tiempo, sufrió y dio Su vida defendiendo la verdad con valor. En el primer siglo, los discípulos de Jesús, hicieron lo mismo, predicaron la verdad y murieron con valor como mártires. Durante veinte siglos de la historia del cristianismo, millones de fieles cristianos han muerto como mártires, valiendo la verdad. En estas primeras décadas del siglo XXI, centenares de miles de cristianos, nuestros hermanos, en los países de mayoría musulmana, están sufriendo la persecución y el genocidio, amparando su fe y la verdad cristiana con valor.

Por cobardía, tanto el Señor Santiago como algunas autoridades religiosas y por favorecer a sus intereses personales y a los sistemas políticos y religiosos del país donde sirven, se han opuesto a quienes proclaman la verdad. Es digno de mención que en el último libro de la Biblia se muestra a una ramera simbólica llamada “Babilonia la Grande” que está “borracha con la sangre de los santos y con la sangre de los testigos de la verdad” (Revelación 17:4-6). Su prostitución es de carácter espiritual, pues a cambio de favores presta apoyo a “las religiones falsas”, de la Tierra. Esta mujerzuela simboliza nada menos que los cobardes líderes religiosos y es parte esencial del anticristo.

No comulgo con los cobardes porque, entre otras cosas, la cobardía es la madre de la ferocidad, como dijo el filosofo Montaigne. No tolero la falacia, ni el engaño grosero, rastrero y oculto, y no lo hago, como reza un sabio proverbio judío porque “con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver”. Es evidente que cobardes y mentirosos van de la mano, en perfecta conjunción, unidos en su crueldad. El buen pastor cristiano trata de aconsejar a su hermano lo que debe de hacer en asuntos que la Biblia trata específicamente. Hoy en día, los verdaderos cristianos no nos dejamos llevar por el constante vaivén de las ideas populares y la cobardía, sino que nos aferramos tenazmente a la verdad bíblica. Jesús, sabía que su camino no era fácil y que, los que le siguieran, les ocurriría lo mismo que a Él.

Raad Salam Naaman
Cristiano católico caldeo de origen iraquí
A mucha honra…

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