Un diputado salafista egipcio su nombre es Al Hay Ahmed, presentó ante el parlamento egipcio de los deputados una propuesta que permite al creyente mantener relaciones sexuales con su esposa muerta. Las Asociaciones egipcias de mujeres se oponen a este proyecto o ley islámica; que permitiría al creyente musulmán mantener relaciones sexuales con su esposa muerta antes de enterarla.
El contenido de la Fatua o la ley islámica es; Una vez muerta la esposa el viudo musulmán dispondría, según el proyecto de ley, de seis horas para tener un buen coito con ella, puesto que ambos cónyuges siguen estando unidos por el vínculo de un matrimonio válido. La idea procede de un prestigioso jurisconsulto salafista y diputado marroquí, El Shej ‘AbulBari Al Zamzamy, en 2011 dictó una fatua en la que declaraba lícito el acto sexual del marido con su interfecta y viceversa.
Sin embargo, el viudo pueda exclamar en el momento más intenso del acto amatorio post mortem eso tan macabro de “mi vida, estás de muerte”…
El parlamentario y clérigo prestigioso jurisconsulto egipcio, Yasir Barhami, declara: “Es lícito que una niña de 9 años pueda casarse” y “las chicas deberían ser madres a los 14 años”. Y es que según la doctrina salafista, que goza de notable aprecio entre los muslimes del país, una niña es apta para el consumo sexual cuando tiene su primera ovulación, porque así lo estableció el “Profeta”: en el Corán (Sura 2:223) “Vuestras mujeres son campo labrado para vosotros. ¡Venid, pues, a vuestro campo como queráis!”.
(Sura 4:34) “Los hombres tienen autoridad sobre las mujeresen virtud de la preferencia que Alá ha dado a unos sobre otros¡Amonestad a aquéllas que temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadles!”.
El proyecto político de los Hermanos Musulmanes de Egipto pretende reducir a la mujer a la triste condición de animal doméstico, pero en Occidente se discute intensamente sobre cuáles son los límites de la libertad de expresión y se plantea una difícil cuestión: ¿Es lícito dibujar al “Profeta”? …
Abu Islam, otro prestigioso clérigo egipcio con gesto arrebatado y aires de títere de cachiporra, ante un entregado público, miles de musulmanes que se manifestaban frente a la Embajada de EE. UU en el Cairo, bramó contra los blasfemos. Abu Islam, durante su alocución, levantó el remo, puso sobre su cabeza el Corán y vociferó iracundo: “Éste es un libro abrumador; es el libro de la Verdad y la Paz, porque es la verdadera inspiración”. Mientras parloteaba la cotorra islámica, los congregados gritaban “¡Allah es glande!”, “¡Oh, judíos, el ejército de Muhammad se aproxima!” y “¡Oh, el Islam gobernará el mundo!”…
Abu Islam, que vestía una túnica blanca muy bien conjuntada con su grasienta barba del mismo color, con sus zarpas agarró una Biblia, la desgarró y lanzó parte de sus hojas a los asistentes, contraviniendo lo dicho por nuestro Señor Jesús en (Mateo 7:6) “No arrojéis perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen”.
La voz del clérigo se alzó de nuevo y con un rictus de estreñido espetó a los “politeístas cristianos”: “Seremos generosos con vosotros momentáneamente”.
Acto seguido, otro “hombre” que se hallaba junto a Abu Islam tomó entre sus manos lo que quedaba de la Biblia y lo quemó, momento en el que concluyó el Auto de Fe islámico del siglo XXI.
La vieja musulmana de sexo masculino, entre chanzas y chascarrillos, cuando se despedía de sus seguidores exclamó feliz: “¡La próxima vez me orinaré en la Biblia!”. Y esto lo dice un capullo, florecido al calor de la “primavera árabe”, en un país donde todavía el 10% de la población es cristiana.
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Raad Salam Naaman, Desvelando el Islam, Editorial Monte Riego (León) 2012