La mañana del sábado día 17 de Noviembre 2012, se ha iniciado con múltiples ataques israelí aéreos contra objetivos del brazo armado de Hamas y sedes del Gobierno del movimiento islamista que controla la Franja de Gaza. El más importante, la oficina del primer ministro en Gaza y líder de Hamas, Ismail Haniyah, sin provocar muertos.
En dos ataques realizados esta mañana por el ejercito israelí, han muerto ocho palestinos, entre ellos, dos milicianos, cabecillas del brazo armado de Hamas, las Brigadas de ‘Az Aldin Al Qassem, Ahmed Abu Yalal y Jaled Al Shaer. Así se eleva la cifra de muertos a 38 y 280 heridos desde el inicio de la ofensiva aérea el pasado miércoles.
Respecto a las víctimas en Gaza, hay diferencia entre las dos partes. Mientras en el Ministerio de Sanidad de Gaza afirman que la mitad son civiles, en los medios israelíes citan al Ejército indicando que “desde el inicio de la ofensiva han matado a 32 terroristas de Hamas y la Yihad”.
La Brigada de Al Qassem, el brazo armado de Hamas ha asegurado que ha disparado dos cohetes de fabricación casera, hacia Jerusalén y han matado a tres israelíes en una vivienda en Kyriat Malachi.
En palabras del ministro de defensa, Ehud Barak, “El propósito de estas ataques es, para frenar los ataques de cohetes y restaurar la disuasión ante los terroristas de Gaza”.
El líder de Hamas, Ismail Haniyah ha reaccionado y dice “Los sionistas creen que el ataque nos debilitará, pero hará lo contrario. Refuerza nuestra determinación y seguridad en liberar Palestina y la disuasión ante el colono sionista hasta que consigamos la victoria”.
Desde el miércoles, Israel ha realizado 750 ataques aéreos en la Franja, mientras las milicias de Hamas han disparado más de 650 misiles y cohetes contra las poblaciones de Israel, incluyendo por primera vez en las zonas de Tel Aviv.
Esta radical asimetría entre la forma de hacer la guerra de las democracias y de los regímenes totalitarios aflora otra vez en el enfrentamiento actual entre Gaza e Israel. Mientras los dirigentes israelíes repiten una y otra vez que los civiles en Gaza deben quedar al margen de la violencia, los dirigentes de Hamas en Gaza repiten que los civiles israelíes deben sufrirla y se enorgullecen de cada fallecido judío inocente, y lo celebran a lo grande. Además, Hamas el grupo de los niños y las mujeres suicidas en tiempo de paz con Israel, vuelve a dar la medida de sí mismo en las hostilidades actuales.
Así, la utilización de patios de escuela, sótanos de mezquitas o bajos de hospitales para ubicar lanzaderas de cohetes y depósitos de armas constituye un crimen especialmente dramático. Que sus ocupantes sean rehenes amenazados por las milicias islamistas o voluntarios entusiastas colaboradores de ellas es irrelevante: poner a mujeres y niños al alcance de las bombas enemigas constituye un crimen contra los propios ciudadanos, quizá más repugnante aún que el dirigido contra los civiles del enemigos, que Hamas tanto práctica. Extender el desprecio a la vida entre los propios ciudadanos es quizá el peor delito que un Gobierno puede cometer.
Hamas comete así dos crímenes de guerra: la búsqueda premeditada y explícita de muertes entre inocentes desarmados israelíes y la conversión de los propios gazatíes en objetivo militar, convirtiendo sus hogares, escuelas y hospitales en instalaciones militares. Esta doble brutalidad, que ni los dirigentes de Hamas se preocupan de ocultar, constituye quizás la más siniestra aportación de las milicias palestinas a la historia de la violencia política.