La luz de la historia ilumina de pronto a Muhammad mientras se dedica a la oración en la cueva de Ңara’, de una montaña que domina la Meca, la misma cueva que usaba Waraqa en sus oraciones. Pero las razones que lo habían movido a hacer este retiro apenas se mencionan en los textos tradicionales.
¿Era un simple deseo personal de soledad? ¿Pertenecía quizás a un grupo religioso que acostumbraba practicar este tipo de retiro? ¿Cuál era este grupo?
Nos encontramos ante preguntas sin respuesta.
En cuanto a los relatos bíblicos, rabínicos o que formaban parte de la literatura de los evangelios apócrifos, ¿En qué medida era posible conocerlos en la Meca por alguien que no hubiera realizado estudios religiosos especiales?
La civilización árabe de aquella época era ante todo oral; los árabes estaban especialmente dotados para la elocuencia y su vida encerraba largos momentos de conversación, de palabrería. De esta forma se transmitían oralmente muchos conocimientos y era posible adquirir toda una cultura humana sin haber pasado por la escuela. Las veladas nocturnas, los torneos literarios durante las ferias, las largas reuniones servían para la formación y educación de un tipo de hombre.
El Corán mismo refiere, para refutarlas, ciertas acusaciones que los paganos mequíes lanzaban contra su paisano. La voz pública lo acusaba de hacerse dictar sus relatos, de recibir ayuda de otros. Los adversarios declaraban a este propósito que la resurrección de los muertos y los relatos sobre los personajes de antaño eran historias conocidas, historias de los antiguos: (Sura 8:31) “Y cuando se les recitaban Nuestras aleyas, decían: ya hemos oído, si quisiéramos, diríamos algo parecido. Estas no son sino patrañas de los antiguos”.
Sea cual fuera la verdad de estas acusaciones, demuestran que había en la propia Meca personas que poseían cierto bagaje cultural en el terreno de los cuentos religiosos. Los comentaristas del Corán señalan, a propósito de esto, los nombres de varios individuos acusados de ser los informadores del profeta (en su mayor parte esclavos o libertos), e incluso el de un individuo que se jactaba de poder narrar muchas cosas con ayuda de libros comprados en la ciudad árabe de Ңira. Es verdad que el Corán no niega nunca la existencia de estas personas, y en este punto resulta difícil no admitir, que, en la misma Meca cierto conocimiento de los relatos recogidos en el Corán, aunque sea solamente gracias a Waraqa bin Naufal. Las acusaciones habrían caído por sí mismas si no hubieran existido esas personas, pero la cuestión del carácter histórico de esos individuos es distinta de la de los orígenes del Corán. Y aquí nos limitamos tan sólo a inventariar los recursos culturales que era posible encontrar entonces en la Meca.
En cierta ocasión, el Corán subraya que uno de los hombres acusados de ser un informador de Muhammad es una persona no árabe. Evidentemente no puede ser el autor de una obra escrita en un árabe tan bello como es el Corán, pero decir que este hombre es de origen extranjero es de todas formas reconocer su existencia. Y no protestar de ello es reconocer implícitamente la verdad de lo que dicen los adversarios, es decir su capacidad en cuestión para narrar cuentos y relatos y el hecho de que Muhammad lo consultó regularmente; (Sura 16:103) “Bien sabemos que dicen: A este hombre le enseña sólo un simple mortal. Pero aquél en quien piensan habla una lengua no árabe, mientras que ésta es una lengua árabe clara”.
Hay también algunos nombres de otros grupos religiosos que aparecen sobre un fondo misterioso. En tres ocasiones, el Corán emplea la palabra “sabeos” al lado de los cristianos y de los judíos; (Sura 2:62) “Los Creyentes, los judíos, los cristianos, los sabeos, quienes creen en Dios y en el último Día y obran bien, ésos tienen su recompensa junto a su Señor. No tienen que temer y no estarán tristes”. Y en (Sura 22:17) “El día de la resurrección, Dios fallará acerca de los Creyentes, los judíos, los sabeos, los cristianos, los zoroastrianos y los asociadores. Dios es testigo de todo”, añade a los zoroastrianos (magos). ¿Quiénes son estos sabeos? ¿Una secta judía o cristiana muy marginal? ¿O un movimiento en la órbita de los gnósticos?
Parece ser que se trata de los mandeos, una secta bautista, conocidos como los seguidores de Juan el bautista. Se encuentran cerca de los pantanos en Irak y Siria, que todavía hoy sobreviven, aunque en número muy escaso.
Conocemos mejor a los zoroastrianos, los fieles de la gran religión iraní. Pero ¿Cuáles fueron sus relaciones con el Islam primitivo? Los ángeles Harut y Marut, que se mencionan en (Sura 2:102) “Han seguido lo que los demonios contaban bajo el dominio de Salomón. Salomón no dejó de creer, pero los demonios sí, enseñando a los hombres la magia y lo que se había revelado a los dos ángeles, Harut y Marut en Babel. Y éstos no enseñaban a nadie, que no dijeran que sólo eran una tentación y que, por tanto, no debía dejar de creer. Aprendieron de ellos cómo dividir a un hombre de su esposa. Y con ello no dañaban a nadie sino autorizados por Dios. Aprendieron lo que les dañaban y no les aprovechaba, sabiendo bien que quien adquiría eso no iba a tener parte en la otra vida. Que mal negocio han hecho, si supieran”, nos aproximarían a Irán.
El Corán habla igualmente de los Ңanafa (plural de Ңanif). La palabra, que es muy peyorativa tanto en hebreo como siríaco y designa incluso al impío o al pagano, refería, a comienzos del siglo VII, a los monoteístas independientes del judaísmo y del cristianismo. Las fuentes musulmanas hablan de algunos de ellos: unos abrazaron finalmente el islamismo, mientras que otros persistieron hasta su muerte en su independencia, rechazando categóricamente el Islam. Más tarde, la palabra Ңanif fue sinónimo de musulmán en el vocabulario del Islam; (Sura 3:67) “Abraham no fue judío ni cristiano, sino que fue hanif, sometido a Dios, no asociado”.
Algunas prácticas musulmanas hacen pensar en observancias análogas de otras religiones. Por ejemplo, el ayuno del Ramadán, que sigue un calendario nuevo respecto a los ayunos judíos y cristianos; ninguna de estas dos comunidades conoció nunca el ayuno de un mes lunar entero, todos los días seguidos. Al contrario, este tipo de ayuno es el de los maniqueos; según ciertas fuentes, habría existido también entre los sabeos.
Todo lo dicho muestra claramente la complejidad del problema…
Para más información…
Raad Salam Naaman, Desvelando el Islam, Editorial Monte Riego (León) 2012